Cuatro años después de presentar en el Festival Cannes su cinéfilo homenaje a Truffaut y la nouvelle vague, la irregular pero emotiva 'Visage', Tsai Ming-liang, el más destacado realizador de la Segunda Ola del cine taiwanés junto (al más veterano) Hou Hsiao-hsien, parece haber recuperado el pulso de antaño con 'Stray Dogs', la película que, de un plumazo, ha logrado situarse a la cabeza en las quinielas del palmarés de la Mostra de Venecia, que hoy otorgará un nuevo León de Oro, galardón que el malayo ya obtuvo en 1994 con 'Vive l'amour'. El filme, la tragedia de una familia que subsiste en los suburbios del Taipei moderno y neoliberal, con su actor fetiche Lee Kang-sheng al frente del reparto, supone, a tenor de la recepción crítica, una de las cumbres de su poética y sensual filmografía.
El director de 'El sabor de la sandía', que ha sembrado en el Lido una controversia política con un duro retrato social sobre las lamentables consecuencias de la jubilación, confesaba a propósito de la presentación del film que “la lentitud es tan hermosa como la vejez”, mientras reivindicaba otros modos de narrar “en un mundo donde prevalece la velocidad”. Un padre y sus dos hijos viven en la calle, y deambulan obligatoriamente por la ciudad, por los bosques, ríos y bajo la lluvia. La familia se cobija en un edificio en ruinas, usan los lavabos públicos y sobreviven con los alimentos que los niños consiguen en los supermercados. El progenitor trabaja en un cruce de carretera como 'hombre anuncio', sosteniendo un cartel donde se ofrece los datos de apartamentos de lujo.
M. J. López